domingo, 1 de junio de 2014

La ley de la luna.


Creía que en parte tener la confianza de alguien era que te contase cuan mal la ha pasado, pero aunque sentarme con un amigo y echarle la historia de mis cicatrices y de las que no se ven literalmente en mi piel, sea un ritual de fraternidad, todas las personas ocultan algo, especialmente debilidades sin mencionar las heridas. Y aquí es cuando viene la luna y su lado oscuro que no es más que una metáfora de nuestros secretos porque ¿Quién puede saber cuantos cráteres hay en ese lado? es igual a quién puede saber cuantas cosas ocultamos. Entonces, ahí, de frente cada noche, está la demostración que es natural guardarse una parte y es al notar eso que deje de tener problemas con los secretos; siempre me tomo muy a pecho la sinceridad, me dejo expuesta y juzgo a los que por el contrario entienden la ley de la luna.

Ser transparente no solo nos deja expuestos sino que es el pasaporte a la mala educación; decir toda la verdad no siempre está bien visto, se diga de la mejor forma posible, hay verdades que no agradan ni diciéndolas con un regalo en mano. Sin querer a veces me confundo con la mentira, la censura u omisión debido a estar ligeramente relacionados, pero es el arte de saber que callar y saber que decir, un arte que particularmente me cuesta mucho y seguramente a otros también. Lo importante es que al reconocerlo ya no nos pesa tanto callar y no nos cuesta tanto aceptar que hasta la persona más cercana a nosotros nos guarda secretos, si la luna con su milenaria relación con la tierra, nunca ha mostrado su lado oculto.

 Ahora si lees esto, no te sorprendas si te digo alguna vez que te pareces un poco a la luna.

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