domingo, 15 de junio de 2014

La verdadera tristeza no necesita justificaciones.

Tenía más de cien días sin llorar, no llevaba la cuenta, eso calculaba ella. No es que haya perdido la sensibilidad como había creído; era que se había acostumbrado a estar triste. Como si fuese un órgano más de su cuerpo la tristeza había crecido con ella, había madurado consigo o en algún segundo desapercibido entre las largas horas que pasaba dormida, éste, había alcanzado ese punto donde el dolor es tan fuerte que como una luz demasiado intensa, logra segarte. Dejó de percibirlo.

Tantos fracasos. Uno tras otro, la sucesión de cataclismos que acabaron con el brillo de sus ojos y en cambio; se instalaron en forma de par de sombra debajo de ellos para vigilar los movimientos de su rostro, no vaya a ser que sonriera.


Tenía más de cien días sin llorar, hasta esa noche en la que al comprender su situación se dijo a sí misma: La verdadera tristeza no necesita de justificaciones, por mucho que se crea que todo tiene una explicación ¿Cómo logras darle sentido a la locura? Lo mejor que puedes lograr con todo eso, es convertirlo en algo útil, algo que entretenga a la audiencia. Que haga sentir mejor a otros, por estar identificados o por sentirse afortunados de no cargar con semejante vida.

"Vivir es estar condicionado, es limitarse. Y, sin embargo, cuanto más condicionado esté el hombre, más admirable es la creación que surge de su patética lucha con los elementos que lo limitan, con la naturaleza empeñada en desvirtuarlo y anularlo. La propia limitación provoca el esfuerzo de vencerla. Hoy quien se resigna vegeta y muere, pero la sensibilidad auténtica avasalla los obstáculos; trepa o taladra, se insinúa o da rodeos y finalmente se expande, penetra, desborda."-Hellen Keller.

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