domingo, 15 de junio de 2014

La verdadera tristeza no necesita justificaciones.

1:54
Tenía más de cien días sin llorar, no llevaba la cuenta, eso calculaba ella. No es que haya perdido la sensibilidad como había creído; era que se había acostumbrado a estar triste. Como si fuese un órgano más de su cuerpo la tristeza había crecido con ella, había madurado consigo o en algún segundo desapercibido entre las largas horas que pasaba dormida, éste, había alcanzado ese punto donde el dolor es tan fuerte que como una luz demasiado intensa, logra segarte. Dejó de percibirlo.

Tantos fracasos. Uno tras otro, la sucesión de cataclismos que acabaron con el brillo de sus ojos y en cambio; se instalaron en forma de par de sombra debajo de ellos para vigilar los movimientos de su rostro, no vaya a ser que sonriera.


Tenía más de cien días sin llorar, hasta esa noche en la que al comprender su situación se dijo a sí misma: La verdadera tristeza no necesita de justificaciones, por mucho que se crea que todo tiene una explicación ¿Cómo logras darle sentido a la locura? Lo mejor que puedes lograr con todo eso, es convertirlo en algo útil, algo que entretenga a la audiencia. Que haga sentir mejor a otros, por estar identificados o por sentirse afortunados de no cargar con semejante vida.

"Vivir es estar condicionado, es limitarse. Y, sin embargo, cuanto más condicionado esté el hombre, más admirable es la creación que surge de su patética lucha con los elementos que lo limitan, con la naturaleza empeñada en desvirtuarlo y anularlo. La propia limitación provoca el esfuerzo de vencerla. Hoy quien se resigna vegeta y muere, pero la sensibilidad auténtica avasalla los obstáculos; trepa o taladra, se insinúa o da rodeos y finalmente se expande, penetra, desborda."-Hellen Keller.

viernes, 13 de junio de 2014

20:34
Descubrí que si hace falta regalarte flores,
por tu corazón tan frío que simula estar muerto.
De espiritual,
sólo te ha quedado el nombre.
Desgraciadamente aún no ha llegado el día,
en el que pueda decir que no me gustas,
así,
como dibujada a carboncillo,
pálida hoja en blanco,
con facciones
y ojeras acentuadas,
nacidas en desvelos que no llevan mi nombre.

domingo, 1 de junio de 2014

La ley de la luna.

16:53

Creía que en parte tener la confianza de alguien era que te contase cuan mal la ha pasado, pero aunque sentarme con un amigo y echarle la historia de mis cicatrices y de las que no se ven literalmente en mi piel, sea un ritual de fraternidad, todas las personas ocultan algo, especialmente debilidades sin mencionar las heridas. Y aquí es cuando viene la luna y su lado oscuro que no es más que una metáfora de nuestros secretos porque ¿Quién puede saber cuantos cráteres hay en ese lado? es igual a quién puede saber cuantas cosas ocultamos. Entonces, ahí, de frente cada noche, está la demostración que es natural guardarse una parte y es al notar eso que deje de tener problemas con los secretos; siempre me tomo muy a pecho la sinceridad, me dejo expuesta y juzgo a los que por el contrario entienden la ley de la luna.

Ser transparente no solo nos deja expuestos sino que es el pasaporte a la mala educación; decir toda la verdad no siempre está bien visto, se diga de la mejor forma posible, hay verdades que no agradan ni diciéndolas con un regalo en mano. Sin querer a veces me confundo con la mentira, la censura u omisión debido a estar ligeramente relacionados, pero es el arte de saber que callar y saber que decir, un arte que particularmente me cuesta mucho y seguramente a otros también. Lo importante es que al reconocerlo ya no nos pesa tanto callar y no nos cuesta tanto aceptar que hasta la persona más cercana a nosotros nos guarda secretos, si la luna con su milenaria relación con la tierra, nunca ha mostrado su lado oculto.

 Ahora si lees esto, no te sorprendas si te digo alguna vez que te pareces un poco a la luna.

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