Conocí cada una de tus fases y en cada una de ellas aprendí a amarte, esperaba con ansias la noche para verte brillar  y me refugiaba en ti. Conocí a la Luna y ella me permitió explorar aun más allá de donde le toca la luz. Silenciosa, llena de misterios, me hipnotizaba y al hablarme todos mis pensamientos callaban para oír con atención sus profundas palabras. Juntas mirábamos el cielo nocturno recorriendo cada una de sus constelaciones que luego encontraba reflejadas en tu cuerpo, un cuerpo astral que ame sin medida... y es que tocarte era tocar el cielo. 

Sin utilizar metáforas quiero decirte, por si lees éstas palabras que mi cielo siempre le pertenecerá a la Luna  y con esto me refiero a que mi felicidad estará siempre conectada a la tuya, que eres tú la única que ha logrado elevarme tan alto, mi hermosa amada, en mi corazón han quedando tus huellas imborrables. Ni por un momento he dejado de extrañarte, de pensarte, de desear que estés siendo feliz. No tuvimos el final que merecíamos porque no hay un desenlace que le haga justicia a este sentimiento que compartimos, debíamos ser infinitas, pero no supimos lograrlo. Sin embargo en mi no morirá el amor que siento por ti, al contrario, veo como sigue creciendo y fortaleciéndose. Creo que un día dará sus frutos, tal vez volviendo a unirnos o nutriendo al mundo con sus energías. 

Te amo hoy, te amo como el primer día, te amo como se ama a aquello que nos da alegría, te amo como ama El Sol a la Luna.