sábado, 26 de agosto de 2017

Un alma herida.

Solemos empecinarnos en lo que nos duele, aferrardonos al dolor y no sabemos realmente como lidiar con ello. Cuando rompen nuestro corazón nos convencemos que la mejor solución es volvernos superficiales, fríos, cínicos, distantes.  Nos encerramos al rededor de un muro de mentiras, falsas alegrías, amistades huecas. Así aniquilamos nuestra inocencia para creernos más fuertes. Cuando en realidad nos convertimos en un montón de cenizas. Caminamos por el mundo sin ganas, cobramos por sonreír. Nos lamentamos de tantas cosas que al final del día nada nos llena, nada nos eriza la piel, nada se siente real. 

No es tarea fácil mantener a salvo un alma herida. Suelen desear correr al vacío. Pero cuando esto suceda atajala entre tus brazos, congelate a su lado, padece con ella y amala, amala aunque te duela. Un alma herida debe recordar que la vida esta llena de decepciones y éstas decepciones siempre traen consigo una lección. Saber aprender esas lecciones es lo que marca la diferencia entre quejarnos por siempre o aprender a escoger lo que nos hace bien. Un alma herida es un ave con las alas rotas, debe curarse y no temerle a volar una vez más. El cielo esta lleno de tempestades pero también suele estar colmado de estrellas que saben brillar en el momento indicado para guiarnos hacia la felicidad. 


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