jueves, 3 de agosto de 2017

A tu silencio.

El silencio no nos hace ciegos,
puedo ver como te ocultas
tras todo aquello
que no tienes el valor de decirme.

Sé que se te han roto las alas
y conmigo ya no tocas el cielo.
Que en medio del infierno
te cuesta creer en el milagro de amarnos.

Y yo me desmorono,
soy el polvo que cae
dentro del reloj de arena
que lleva la cuenta del tiempo que nos queda.
Cuando se nos acaben los segundos
y con tus dedos me dispares
un final
que yo en este poema
no me atrevo
a escribir,
Recuerda;
aquellos ojos que con amor supieron mirarte,
aquel silencio que no era incómodo,
aquel cuerpo que aún roto, te pertenece
y aquel amor que encendía la luz en este mundo oscuro.


Yo me quedo con la tristeza,
déjame a mi la parte que duele.
Yo me quedo con el mar de recuerdos que ahoga,
y con la luna mirando a través de la ventana.

Déjame salvarte,
el silencio no nos vuelve sordos,
escucha el suave silbido del Sol
que en la oscuridad de la noche
empieza a alzarse
y permitele a tus alas curarse
con el sonido del viento.

Yo te veré volando de nuevo a casa
en el infinito cielo al que pertenecemos.





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