Desde muy pequeña he sentido
afinidad con la astrología y todo lo referente al mundo espiritual y esotérico,
pero mi crianza siempre me alejo de esos caminos. Al ser hija de una madre
evangélico cristiana, todo lo referente
al mundo astrológico era considerado mundano y peor aún, satánico. Eso
reprimió mi deseo de aprender acerca del tema, sin embargo pese al impedimento
de poder acercarme a la astrología, tuve la oportunidad de profundizar en la astronomía,
pues también recibí la influencia de mi abuelo ‘Cesar Badell Raleigh’ un
reconocido astrónomo internacional que
inculco en mí el amor hacia el Universo y su comprensión.
El Universo se abrió ante mí a
través de innumerables libros y documentales que no sólo expandieron mi
conocimiento acerca del Cosmos sino también hacia la comprensión de la vida
misma. Gracias a la ciencia pude reconocer que nuestra materia está constituida
en un 99% de energía y apenas un 1% representa la masa, somos energía pura en
movimiento, energía que no desaparece más se transforma y se encuentra en
constante evolución.
También supe de la existencia de
otros seres externos a nuestro planeta que influencian nuestro comportamiento
en la tierra. Entendí entonces que todo lo que había aprendido acerca de Dios y
la Biblia era cuestionable, no porque no creyera que Dios y el maestro
Jesús existiesen, al contrario, son la
mayor expresión de lo que es real y autentico, pero sus palabras y enseñanzas
han sido tergiversadas durante milenios en función de crear confusión en la
mente del hombre y desviarlo del camino de la iluminación. Volver su palabra
dogmática y religiosa, más que acércanos a él nos aleja ya que Dios no tiene
nada que ver con esos repetitivos rituales que utilizan las religiones para
según ellos, acercarnos a Dios.
Para acercarnos a Dios el primer
paso a dar es la comprensión del Universo pues Dios es uno con el Universo y
nosotros al formar parte del Universo somos uno con Dios. Comprender esto
significa comprender la vida y el sentido de nuestra vida, entonces si
reconocemos que el Universo se encuentra en una constante expansión así pues lo
debe estar también nuestra mente y espíritu.
Nos conectamos con el Cosmos al
asimilar que somos uno con él. Sentimos su energía vibrante recorriendo nuestro
ser, dándonos vida. Esa energía que nos fue otorgada al momento de la creación
y que en cada vida que reencarnamos es vuelta a poner en estos cuerpos humanos.
Somos hijos de las estrellas, estas incansables madres incubadoras donde se
genera la energía de cada una de las vidas que existen en el Universo. Somos
polvo de estrellas, polvo donde Dios
sopla para darnos aliento. Estas estrellas conformadas por las doce
constelaciones que representan el zodiaco, junto al Sol, La Luna y los siete planetas que acompañan a la tierra en éste sistema planetario, son las que orientan nuestro
destino. La astrología es un lenguaje que al comprenderlo, el universo nos
habla y nos da nuestra misión en cada vida.
Poseer la habilidad de traducir
este mensaje sagrado que transmite el Universo a través de la Carta Astral es
una noble misión que me siento orgullosa de llevar a cabo. Ser luz en las
mentes de las personas y acercarlas al entendimiento cósmico, es sin lugar a
duda una tarea extraordinaria, me hace sentir feliz y en armonía con mi
espíritu que muchas veces fue alejado y castigado por desear aprender el oficio
del astrólogo.
No soy la primera ni seré la
última que haya sufrido un camino tormentoso hacia la iluminación, en el pasado
incontables nobles seres, hombre y mujeres fueron perseguidos, aprendidos y
asesinados en nombre de la astrología. Pero la Luz desde el principio de los
tiempos y para siempre vencerá a las tinieblas.
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